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CUENTOS DE PRINCESAS

Luna llena

Luna llena

Miro la misma luna que miras y de repente siento que te extraño un poco más que otros días. Pasa que cuando no tengo noticias tuyas la imaginación me queda a medias, mis ideas disminuyen a la mitad y mi conciencia sufre como un “medio” desmayo. Es que la vida “sin ti” la vivo a medias.

Transitamos en un mundo dividido que en un desvío caprichoso puso una distancia embrujada entre tú y yo. Una distancia que nos empeñamos en disminuir o empequeñecer a través de estas palabras que van y vienen entre los dos, y que funcionan como puentes… benditos puentes salvadores que nos absuelven de este “pecado” que cometemos en contra nuestra.

Ven, quédate conmigo esta noche a mirar la luna, esta luna que está tan llena como nosotros, tan llena de cuentos y de historias que mueren por fluir a borbotones.Siéntate aquí a mi lado, cuéntame qué hizo el felino hoy, cuántas horas durmió “daddy”.Cuéntame que vieron tus ojos hoy… sin mí. Y yo te contaré todo lo que los míos ven a través de ti. 

Foto: cortesía Lainey Dyer - Oregon 

Escuchando: Northern Sky – Nick Drake

2 comentarios

Alma -

que bueno que haya alguien que mire la luna como yo. que se fije y escriba sobre esas pequeñas cosas. muy lindo tu escrito, yo tambien le he escrito a la luna que me mira y alumbra mi camino de regreso, pensando en el. besos.

Tonny -

La otra noche tome mis largavistas y camine con Daddy por las calles pasada la medianoche, andaba en busca de un buen lugar para ver a Marte en el cielo. Nunca lo encontré, solo la luna se balanceaba con algo de enojo celosa del revuelo que causaba el otro que se aparece una vez por milenio!

Pero me tenía a mi, echizado con cada contorno, cada variacion de color o forma en su faz palida y brillante a la vez.
Pensar que esta allí, todas las noches, quizas algo descorazonada a veces, cuando puntual se aparece y las nubes le niegan otra noche con nosotros, pero no falta...nunca. Ni lluvias, ni vientos, ni la indiferencia de los mortales la detienen.

Por eso en esa noche me acosté de espaldas en el jardín del vecino y con binoculares en mano acaricié sus mejillas, absorto, ensimismado por la cruda belleza de lo inalcanzable, por la melancólica injusticia de estar tan distante... y hasta creo que se le escapó una leve sonrisa, como una adolecente coqueta que se ruboriza con las atenciones.

Luna llena, otra noche y tu siempre ahí, lánguida, ininterrumpida...



Bien dice Mercedes:
"...Yo no le canto a la luna, porque alumbra y nada mas...le canto por que ella sabe, de mi largo caminar..."


Tu cómplice.